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Mostrando entradas de marzo, 2014

¿ Quién teme al lobo feroz? Control o gestión de las emociones.

Hace unos días tuve una visita curiosa: una mujer, de unos 58 años, acudió a la consulta con una demanda en particular. Quería aprender a controlar sus emociones ya que, según me dijo, su  incapacidad de hacerlo era la causa que ella identificaba como responsable de todos sus problemas. Semanas más tarde, en un grupo de padres, de nuevo escuché hablar de la necesidad de controlar las emociones. La palabra control significa, entre otras cosas, dominio, preponderancia, inspección, intervención. En este caso, cuando nos referimos a controlar las emociones, estamos expresando la necesidad de que una parte de nosotros ejerza o tome el mando sobre otra parte.  Y esa parte que debe ejercer tal poder la situamos en la capacidad de la mente de racionalizar cuánto nos ocurre. De manera que utilizamos la razón y la lógica para sofocar aquello que, según parece, nos desestabiliza o nos molesta o, cuando menos, nos intranquiliza. En el mismo grupo, a continuación no supieron reconocer qué es u

ser o correr

Siempre me he vanagloriado de haber conseguido en la vida cuanto me he propuesto. He sido casi todo lo que  quería ser, a base de esfuerzo, de mucho esfuerzo y de más esfuerzo. Ahora me siento agotada. Como si hubiera corrida una carrera contra mí misma , una carrera sin fin, cuyo único propósito es el agotamiento, la aniquilación. Y la única meta, mantenerme en marcha, corriendo. De repente la vida, que tiene sus mandatos, me obliga a detenerme.  Mi primera reacción, claro, es la rebeldía y la desesperación. Puedo sentir que si me paro el mundo seguirá su marcha sin mí; me quedaré obsoleta, alejada de la actualidad; perderé el tren. Me veo a mi misma en la estación, diciendo adiós a un vagón donde van los demás, sonrientes y felices, mientras yo me quedo atrás, sola. Podría dar la vuelta a esta imagen.  Y ver que cuando todos se van, nace la oportunidad de estar conmigo. Descubrir quién soy. Quién soy de verdad, más allá del traje de correcaminos que siempre he v

Pedirle peras al olmo...

...y enfadarnos porque no nos las da, es como vivir la vida con un expectativa concreta y sentirnos frustrados cuando ésta no se cumple. Si nos acercamos sencillamente al olmo, podremos apreciar su sombra, sentarnos bajo sus ramas, escuchar el viento , o ver como se filtra la luz del sol entre sus hojas.