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Mostrando entradas de 2016

Cuando sanar es tan difícil

Cuando las personas acuden a terapia no siempre tienen clara su demanda. Lo que sí quieren es cambiar aquello que en su vida no está funcionando como desearían. Enfrentar un proceso de cambio no es rápido, y, muchas veces, los terapeutas nos encontramos con la resistencia del propio cliente. Esta resistencia se expresa de muchas maneras: la persona empieza a fallar a las sesiones, encuentra motivos para no asistir, aparecen prioridades nuevas... En realidad, esta resistencia expresa la lucha que se lleva a acabo en lo  más inconsciente del paciente entre su deseo y su miedo al cambio. Podría parecer paradójico temer aquello que nos sana. Sin embargo, muchas son las razones que nos pueden mantener inmóviles. Como dice el refrán "más vale malo conocido que bueno por conocer".  Estamos habituados a comportarnos de una forma determinada; la que hemos ido gestando a lo largo de los años de nuestra existencia y que, mejor o peor, nos ha hecho llegar al presente, al

Pon el amor donde haga falta.

Muchos de nosotros llegamos a la maternidad/paternidad llenos de buenas intenciones. Casi siempre, queremos ser o dar a nuestros hijos aquello que nos faltó, aquello que deseamos o bien, aquello que nos sirvió de   nuestros propios padres. Tenemos muy claro que amamos a nuestros hijos , y, sin embargo, he escuchado en boca de los padres que acuden a mis sesiones cómo se sienten absolutamente inválidos como padres cuando sus hijos tienen un fracaso. O bien cómo se angustian ante la posibilidad de que eso ocurra. Creen que abandonan a sus hijos si no están constantemente supervisando las obligaciones que éstos tienen. De manera que, casi automáticamente, van convirtiendo su preocupación en un control – a veces asfixiante- sobre sus hijos. Especialmente en el terreno de lo académico, he escuchado a muchos padres y madres afirmando que" tenemos un examen" o "tenemos que entregar un trabajo"o "tenemos que planificar los horarios del curso"  o

Paternidad responsable.

Si deseáis el bien de vuestros hijos, habéis de desear el vuestro. De hecho, si cambiáis, ellos también cambiarán. Pensando en su futuro, olvidadles por un tiempo y pensad en vosotros mismos…Sólo conociéndonos a nosotros mismos podemos ver a los demás G.I Gurdjieff Quizás esta es una de las consignas más difíciles de entender para nosotros, los padres, cuando se trata de educar y acompañar a nuestros hijos. Hemos aprendido a ser padres siendo primero hijos. Y aquello que vivimos en nuestro hogar y lo que recibimos, para bien y para mal, es lo que sabemos hacer. Como padres, nos estrenamos en el mismo momento en que nace nuestro hijo o nuestra hija. En ese momento se inicia una andadura que podemos vivir con mayor o menor responsabilidad, consciencia, deseo, temor, expectativas y a menudo, muchas dudas y confusiones. Nuestros hijos e hijas llegan al mundo sin un manual de instrucciones bajo el brazo. La complejidad del sistema en el que estamos inmersos hace de la cri

La función de los padres en la adolescencia.

Coincidiendo con los cambios en el cuerpo, llega la pubertad. No es un cambio decidido, es el cuerpo quien llama a la puerta. Esa misma puerta que se cierra para siempre a lo infantil. A partir de ese momento, se emprende el camino hacia el adulto: un individuo capaz de manejar la realidad, el mundo externo. Ese camino es la adolescencia; una etapa, o una serie de etapas, marcadas por lo paradójico: el miedo a volar y la necesidad de emprender el vuelo. El proceso de crecer no es sencillo: en la infancia, nuestros padres lo son todo. Son aquellas figuras idealizadas que, de pronto, se empiezan a resquebrajar cuando entramos en la pubertad. Al mismo tiempo, todavía dependemos de ellos: estamos adquiriendo nuestro bagaje como adultos, llenando nuestro maletín de las herramientas necesarias para aprender a pensar, a resolver conflictos, a desenvolvernos por nosotros mismos en el mundo. A sostenernos solos, emocionalmente Una tarea enorme, que provoca mucha confusión. Una co

Los adolescentes y sus emociones: material explosivo.

 Son las 8 de la mañana del mes de junio. Por el pasillo del instituto es difícil avanzar: Siempre, por estas épocas, significa un reto entrar en el aula; otro reto más conseguir un poco de silencio para que te escuchen. Todavía me sorprende tanta vitalidad, tanta fuerza. Las chicas se   abrazan y se besan como si hiciera tiempo que no se han visto, otras ya están contándose cientos de cosas, excitadas, riendo, dando gritos. Los chicos van   corriendo entre las mesas, o se agrupan en bandas algo más silenciosas, alrededor de los móviles. Algunos, los de 14 o 15, ya están con las chicas... puedo ver cuál de ellas lidera el grupo, cómo lo hace. Les indico que hemos de entrar en el aula: algunos se muestran irritados en extremo; otros, se muestran totalmente apáticos. La chica que lideraba el grupito se gira hacia mi y me dice, con un tono de voz alto y un pelín insolente: “ ¿es que no ves que estamos hablando de nuestras cosas?”. Hace 25 años, esta respuesta me hubiera molestado s

Madres (im)perfectas

Las consecuencias de la imagen   ideal de la “madre perfecta” que muchas mujeres nos imponemos, genera en nosotras mucha culpa, frustración, y ansiedad. Ya no se trata solamente de saber “hacer croquetas”, no. El ideal va mucho más allá. Las madres perfectas leen todo cuanto aparece en el mercado acerca de cómo criar y educar un hijo; arrasan las bibliotecas, puesto que la maternidad es ese oficio en el cual “primero ejerces y luego te sacas la carrera”. Las madres perfectas intentarán saber no sólo cómo alimentar a su hijo equilibradamente, sino también saber cómo ocuparse de su educación , de su ocio , de sus emociones , de sus manualidade s, de sus deberes . No es extraño que utilicen el plural para referirse a los trabajos escolares, “tenemos un trabajo” . Por no hablar de la competitividad que se desata  con los grupos de WhatsApp de las madres del colegi o. Intentado controlar que todo sea perfecto para nuestr@ hij@, ya que, en definitiva, eso habla de nosotras y

Y tú, ¿qué te dices a ti mismo?

Las cosas que nos pasan en el presente son un eco de aquello que vivimos en el pasado, ya que nos comportamos en el presente según las experiencias vividas , que dejan en nosotros una profunda huella de la que no tenemos consciencia. Una de las técnicas que se utilizan para adiestrar y domesticar a los elefantes es la siguiente. Cuando el elefante es pequeño, el cuidador lo ata con cadenas de hierro a gruesos árboles. El animal, lleno de curiosidad y vida, tira de la cadena con todas sus fuerzas para liberarse. Como es pequeño, no tiene la fuerza suficiente para arrancar el árbol. Así que sus esfuerzos son en vano. La pequeña cría, por más que lo intenta, no consigue soltarse. Paulatinamente, va perdiendo su ambición, su deseo. Hasta que, finalmente, se da cuenta de que no puede. Cuando el elefante es adulto, su cuidador sustituye la pesada cadena por una cuerda. Ya no necesita amarrarlo a un árbol grueso o pesado. Puede dejarlo atado a un junco, si es preciso. El elefante ya no

Algunas claves para tratar a tu hijo adolescente: comunicarse, o el arte de escuchar y ser escuchado.

Muchos padres se muestran desorientados, sorprendidos, sobrepasados ante la adolescencia de sus hijos. Parece que, de pronto, ya no reconocemos a nuestros hij@s. Se encierran en su habitación, los amigos se convierten en el centro de su universo, a veces son rebeldes, gritan y explotan, otras veces se tornan   huidizos y silenciosos, se demoran más de lo que quisiéramos en llegar a casa y se pasan el día enganchados a las redes. Esta es, en general, la visión que tenemos de la adolescencia. Sin embargo, es una de las etapas de la vida en la que experimentamos más cambios: un adolescente no sabe quién es. La única certeza que tiene es que està dejando atrás al niño que fue y todavía no puede dar la bienvenida al adulto que será, pues este se está gestando en su interior. En esta búsqueda de identidad, mira a sus iguales, que serán, en este momento, sus referentes. Y, paralelamente, va desmitificando a sus padres, que dejan de ser aquellos maravillosos personajes que e

Miedo y control

  El miedo es una de las emociones básicas que rigen nuestra vida. Al igual que las otras, el miedo cumple una función muy importante para nosotros: garantizar nuestra supervivencia. Hablar de miedo es hablar de las reacciones físicas que sentimos (desde palpitaciones, sudoración fría, tensión...) y de la reacción que emprendemos: huída, parálisis, ataque… Al nacer, pasamos de una sensación de omnipotencia (en la barriga, todas nuestras necesidades son satisfechas sin necesidad de hacer nada) a un estado de dependencia absoluta. Eso genera ansiedad, ya que el bebé necesita, sobre todas las cosas, asegurarse de ser cuidado. Para ello cuenta con su sonrisa y con su llanto, dos de los mecanismos del sistema de apego , el sistema con el cual venimos “equipados” de serie para conseguir vincular. Porque sin vínculo, sin el otro, no sobreviviríamos. La neurología nos lo confirma: el cerebro del ser humano es un cerebro social , necesitamos otro cerebro para que el nu