Ir al contenido principal

La función de los padres en la adolescencia.



Coincidiendo con los cambios en el cuerpo, llega la pubertad. No es un cambio decidido, es el cuerpo quien llama a la puerta.
Esa misma puerta que se cierra para siempre a lo infantil. A partir de ese momento, se emprende el camino hacia el adulto: un individuo capaz de manejar la realidad, el mundo externo.
Ese camino es la adolescencia; una etapa, o una serie de etapas, marcadas por lo paradójico: el miedo a volar y la necesidad de emprender el vuelo.
El proceso de crecer no es sencillo: en la infancia, nuestros padres lo son todo. Son aquellas figuras idealizadas que, de pronto, se empiezan a resquebrajar cuando entramos en la pubertad. Al mismo tiempo, todavía dependemos de ellos: estamos adquiriendo nuestro bagaje como adultos, llenando nuestro maletín de las herramientas necesarias para aprender a pensar, a resolver conflictos, a desenvolvernos por nosotros mismos en el mundo. A sostenernos solos, emocionalmente
Una tarea enorme, que provoca mucha confusión. Una confusión a la que no se le pueden poner palabras y que dará lugar a un rosario de conductas que, para los adultos, suelen ser difíciles de entender.
Es necesario tener raíces para poder tener alas. La adolescencia pone en evidencia cómo se ha construido el vínculo de apego con los padres. Muchas veces, ya sea por exceso o por defecto, el niñ@ no ha podido desarrollar seguridad para individuarse. Entonces es cuando puede quedarse atascado en su proceso de separación. Y, al entrar en la adolescencia, van a necesitar un “auxiliar”: una pareja, por ejemplo. O bien pueden meterse en muchos líos para que estemos pendientes de ellos; o tal vez desarrollen un trastorno de alimentación para que les demos de comer…
El adolescente necesita contención. Necesita poder expresar su dolor sin dañar al otro, y para eso el papel de los padres es imprescindible. Necesita aprender a poner un límite a su impulso, y eso se aprende en un marco de seguridad que le permita expresar su dolor tanto como redirigir su conducta.
Como padres, hay muchas situaciones vitales que nos desbordan. Y es absolutamente necesario aprender a contener nuestra emoción para poder hacer la contención emocional de nuestros adolescentes. Entender que muchas de las conductas de nuestros hijos no son un ataque personal; si devolvemos un grito, enseñamos a gritar. A veces es necesario ver qué esta diciendo el chic@ para ayudarle a que encuentre lo que quiere decir y cómo decirlo.
Los padres cedemos nuestra estructura psíquica a nuestros hijos, por lo tanto, es muy importante poder entender lo que nos pasa a nosotros emocionalmente, para poder sostener y acompañar a nuestros hijos. Si no puedemos sostener nuestra propia angustia, por ejemplo, no podemos contener la de nuestr@s  hij@s
El papel de los padres es fundamental en esta etapa de la vida. A veces,  como padres nos volcamos en la niñez y creemos que, al crecer, nuestros hijos ya no nos necesitan. Y ese es el error: nos necesitan de otra manera. Necesitan nuestra presencia, no nuestra presión o control. Los padres presentes enseñan a sus hijos a usar la razón siendo razonables: aprendiendo a negociar, a dialogar, a ser flexibles. Son una autoridad, que no autoritarios. Ocupan su lugar en la jerarquía familiar y se convierten en referente. La ausencia del rol materno/paterno genera en el joven mucha confusión y soledad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los adolescentes y sus emociones: material explosivo.

 Son las 8 de la mañana del mes de junio. Por el pasillo del instituto es difícil avanzar: Siempre, por estas épocas, significa un reto entrar en el aula; otro reto más conseguir un poco de silencio para que te escuchen. Todavía me sorprende tanta vitalidad, tanta fuerza. Las chicas se   abrazan y se besan como si hiciera tiempo que no se han visto, otras ya están contándose cientos de cosas, excitadas, riendo, dando gritos. Los chicos van   corriendo entre las mesas, o se agrupan en bandas algo más silenciosas, alrededor de los móviles. Algunos, los de 14 o 15, ya están con las chicas... puedo ver cuál de ellas lidera el grupo, cómo lo hace. Les indico que hemos de entrar en el aula: algunos se muestran irritados en extremo; otros, se muestran totalmente apáticos. La chica que lideraba el grupito se gira hacia mi y me dice, con un tono de voz alto y un pelín insolente: “ ¿es que no ves que estamos hablando de nuestras cosas?”. Hace 25 años, esta respuesta me hubiera molestado s

Tiempo y silencio

Se acerca la Navidad. Lo sé porque mi hija me pregunta qué me gustaría que me regalaran. Y me sorprendo cuando veo que no deseo nada en especial. O, mejor dicho, no necesito "cosas". Lo que valoro y necesito es tiempo. Horas vacías en las que perderme: mirar el techo, quizás salir a dar un paseo, tumbarme a leer una novela, rebuscar entre mis libros de poesía aquellas que más me han acompañado. Y silencio, por favor. El silencio es hermoso, si. Es en el silencio donde podemos tomar conciencia de lo que nos sucede. Silencio y tiempo nos permiten entrar en contacto con nosotros mismos; son la puerta de acceso a nuestra persona, esa que habita bajo la máscara, bajo el disfraz. Para algunos, incluso, entrar en contacto significa percibir que hay una persona atrapada bajo un traje. Y que a veces, ese traje es estrecho; nos hace la vida incómoda, nos atrapa. Necesitamos tiempo y silencio para recordar quienes somos: para observar cómo es la vida que llevamos y si se parece

Una mirada diferente sobre el TDA (H)

El llamado Trastorno por Déficit de Atención , con hiperactividad (o no), es un problema que alcanza a nuestr@s niñ@s y adolescentes cada vez con más frecuencia. En las aulas, por ejemplo, es fácil encontrarse con niños y adolescentes diagnosticados de hiperactividad y déficit de atención. El niño así diagnosticado presenta un cuadro de falta de atención, impulsividad e hiperactividad, entendida esta como dificultad para estar quieto, con movimientos ansiosos, sin sentido, constantes, habla en exceso, hace ruidos, no acaba las tareas . Sin embargo, para que todo este cuadro sea considerado un trastorno, es necesario que esta conducta se dé no sólo en el ámbito escolar, sino en otros 6 o 7 ámbitos más, como la familia del niño, por ejemplo. El cerebro de un niño está en desarrollo. En su formación hay un 90% de carga experiencial: es decir, de todo lo vivido. Cuando un niño presenta esta conducta hemos de mirar al niño:  su entorno, su familia, sus circunstancias. Y es que ha