Ir al contenido principal

Paternidad responsable.







Si deseáis el bien de vuestros hijos, habéis de desear el vuestro. De hecho, si cambiáis, ellos también cambiarán. Pensando en su futuro, olvidadles por un tiempo y pensad en vosotros mismos…Sólo conociéndonos a nosotros mismos podemos ver a los demás
G.I Gurdjieff

Quizás esta es una de las consignas más difíciles de entender para nosotros, los padres, cuando se trata de educar y acompañar a nuestros hijos. Hemos aprendido a ser padres siendo primero hijos. Y aquello que vivimos en nuestro hogar y lo que recibimos, para bien y para mal, es lo que sabemos hacer. Como padres, nos estrenamos en el mismo momento en que nace nuestro hijo o nuestra hija. En ese momento se inicia una andadura que podemos vivir con mayor o menor responsabilidad, consciencia, deseo, temor, expectativas y a menudo, muchas dudas y confusiones.
Nuestros hijos e hijas llegan al mundo sin un manual de instrucciones bajo el brazo. La complejidad del sistema en el que estamos inmersos hace de la crianza y la educación un tema fundamental, acerca del cual se reformulan constantemente conceptos y preceptos, algunas veces, tan fundamentales e instintivos como cuando amamantar a una criatura. O algunos controvertidos métodos para enseñarles a dormir.
Las cosas se van complicando a medida que los hijos crecen: los padres no hemos estudiado psicología evolutiva, no tenemos muy claro la noción de qué necesitan nuestros hijos en cada etapa ni sabemos tampoco cómo gestionarlas.
Y, al llegar a la adolescencia, llega el momento de máxima confusión.
Sin querer escribir ahora un manual exhaustivo, y sí abogando por lo que comenta Gurdjieff, mi propuesta es empezar a abordar qué nos pasa a nosotros y a revisar cómo estamos siendo con nuestros hijos e hijas. Es importante recordar que nuestros hijos e hijas aprenden de lo que viven y ven, sobre todo, en casa.
Para empezar, es interesante REVISAR cómo planteamos nuestras demandas. ¿Es desde la exigencia? ¿Son adecuadas a su edad? ¿Son posibles de satisfacer? ¿Son coherentes? ¿Son muchas y contradictorias entre sí? ¿Son inesperadas o fruto de un estado emocional nuestro (miedo, enfado..)? La imposibilidad de satisfacer las expectativas de los padres genera mucha frustración en los hijos.
La FORMA en la que hablamos con ellos también es muy importante. Formas cortantes y desagradables, gritos, castigos desproporcionados, pérdida de control…todo ello enseñará a nuestro hijo o a nuestra hija a comportarse del mismo modo para conseguir lo que necesite. Tampoco nos sirve el modelo de “fría imparcialidad” en el tono de voz (que no serenidad) ya que puede ser interpretado por nuestros hijos como indiferencia.
Ser excesivamente CRÍTICOS con ellos, señalar únicamente los errores que cometen; SOBREPROTEGERLOS, no permitir que experimenten, que vayan adquiriendo responsabilidad; valorar únicamente el resultado y no el proceso de su aprendizaje; compararlos, ya no con otros, sino con el ideal de ellos que hemos construido en nuestra mente; desconfiar de ellos, juzgarlos, etiquetarlos, ser excesivamente controladores, practicar el chantaje emocional; SERMONEAR y una larga lista más de actitudes que también nosotros hemos sufrido como hijos.
Ejercer de padres responsables nos permite poner conciencia sobre nosotros mismos: cómo hemos aprendido, qué tipo de adultos somos, qué repetimos de forma automática y qué puede ser desechado. Nos permite darnos cuenta de las expectativas que tenemos creadas, ya no sólo en torno a nuestros hijos sino también en torno a la paternidad.
No sólo está en juego qué tipo de adulto queremos que sean sino también cómo queremos ser nosotros como padres.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los adolescentes y sus emociones: material explosivo.

 Son las 8 de la mañana del mes de junio. Por el pasillo del instituto es difícil avanzar: Siempre, por estas épocas, significa un reto entrar en el aula; otro reto más conseguir un poco de silencio para que te escuchen. Todavía me sorprende tanta vitalidad, tanta fuerza. Las chicas se   abrazan y se besan como si hiciera tiempo que no se han visto, otras ya están contándose cientos de cosas, excitadas, riendo, dando gritos. Los chicos van   corriendo entre las mesas, o se agrupan en bandas algo más silenciosas, alrededor de los móviles. Algunos, los de 14 o 15, ya están con las chicas... puedo ver cuál de ellas lidera el grupo, cómo lo hace. Les indico que hemos de entrar en el aula: algunos se muestran irritados en extremo; otros, se muestran totalmente apáticos. La chica que lideraba el grupito se gira hacia mi y me dice, con un tono de voz alto y un pelín insolente: “ ¿es que no ves que estamos hablando de nuestras cosas?”. Hace 25 años, esta respuesta me hubiera molestado s

Tiempo y silencio

Se acerca la Navidad. Lo sé porque mi hija me pregunta qué me gustaría que me regalaran. Y me sorprendo cuando veo que no deseo nada en especial. O, mejor dicho, no necesito "cosas". Lo que valoro y necesito es tiempo. Horas vacías en las que perderme: mirar el techo, quizás salir a dar un paseo, tumbarme a leer una novela, rebuscar entre mis libros de poesía aquellas que más me han acompañado. Y silencio, por favor. El silencio es hermoso, si. Es en el silencio donde podemos tomar conciencia de lo que nos sucede. Silencio y tiempo nos permiten entrar en contacto con nosotros mismos; son la puerta de acceso a nuestra persona, esa que habita bajo la máscara, bajo el disfraz. Para algunos, incluso, entrar en contacto significa percibir que hay una persona atrapada bajo un traje. Y que a veces, ese traje es estrecho; nos hace la vida incómoda, nos atrapa. Necesitamos tiempo y silencio para recordar quienes somos: para observar cómo es la vida que llevamos y si se parece

Una mirada diferente sobre el TDA (H)

El llamado Trastorno por Déficit de Atención , con hiperactividad (o no), es un problema que alcanza a nuestr@s niñ@s y adolescentes cada vez con más frecuencia. En las aulas, por ejemplo, es fácil encontrarse con niños y adolescentes diagnosticados de hiperactividad y déficit de atención. El niño así diagnosticado presenta un cuadro de falta de atención, impulsividad e hiperactividad, entendida esta como dificultad para estar quieto, con movimientos ansiosos, sin sentido, constantes, habla en exceso, hace ruidos, no acaba las tareas . Sin embargo, para que todo este cuadro sea considerado un trastorno, es necesario que esta conducta se dé no sólo en el ámbito escolar, sino en otros 6 o 7 ámbitos más, como la familia del niño, por ejemplo. El cerebro de un niño está en desarrollo. En su formación hay un 90% de carga experiencial: es decir, de todo lo vivido. Cuando un niño presenta esta conducta hemos de mirar al niño:  su entorno, su familia, sus circunstancias. Y es que ha