Ir al contenido principal

Cuando sanar es tan difícil




Cuando las personas acuden a terapia no siempre tienen clara su demanda. Lo que sí quieren es cambiar aquello que en su vida no está funcionando como desearían.
Enfrentar un proceso de cambio no es rápido, y, muchas veces, los terapeutas nos encontramos con la resistencia del propio cliente.
Esta resistencia se expresa de muchas maneras: la persona empieza a fallar a las sesiones, encuentra motivos para no asistir, aparecen prioridades nuevas...
En realidad, esta resistencia expresa la lucha que se lleva a acabo en lo  más inconsciente del paciente entre su deseo y su miedo al cambio.
Podría parecer paradójico temer aquello que nos sana. Sin embargo, muchas son las razones que nos pueden mantener inmóviles.
Como dice el refrán "más vale malo conocido que bueno por conocer". 
Estamos habituados a comportarnos de una forma determinada; la que hemos ido gestando a lo largo de los años de nuestra existencia y que, mejor o peor, nos ha hecho llegar al presente, al lugar donde nos encontramos.
Empezar a hacer las cosas de otro modo implica un riesgo. Uno o muchos.
Uno de los riesgos es empezar a revisar nuestras creencias, nuestros patrones de conducta.
Enfrentar y revisar las causas reales que se esconden bajo los conflictos: quizás estamos manteniendo una relación conflictiva con nuestra pareja; no dejamos de quejarnos de lo que nos hace, lo que nos dice, su forma de ser. Sin embargo, un motivo profundo nos impide dejar la relación. Puede ser el miedo a la soledad, enfrentar el sentimiento de abandono, de poca valía...a fin de cuentas, quizás es mejor tener una relación, aunque sea mala, que no tenerla...
O nos ponemos repetidamente en situaciones que no nos gustan, sin saber cómo detenerlas. Podemos ver claramente que nos desagradan, sin embargo, algo  interior nos dice que quizás nos lo merecemos. Buscamos un castigo a una culpa que ni siquiera sabemos formular.
Indagar y conocer en la formación de nuestra personalidad significa abordar contenidos que están muy escondidos a nuestra consciencia. Nos fuimos construyendo desde la niñez, sin más criterio que conseguir el amor de nuestros cuidadores. Revisar cuáles son nuestras creencias más profundas es un proceso que puede asustarnos; parece que, al hacerlo, responsabilizaremos a nuestros padres, por ejemplo, de ser como somos. 
Nada más lejos. La terapia no trabaja contra nadie, sino a favor de cada individuo, devolviéndole la responsabilidad sobre sus acciones, así como la posibilidad de elegir y no de reaccionar. 


Imagen de Alyssa Monks.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Los adolescentes y sus emociones: material explosivo.

 Son las 8 de la mañana del mes de junio. Por el pasillo del instituto es difícil avanzar: Siempre, por estas épocas, significa un reto entrar en el aula; otro reto más conseguir un poco de silencio para que te escuchen. Todavía me sorprende tanta vitalidad, tanta fuerza. Las chicas se   abrazan y se besan como si hiciera tiempo que no se han visto, otras ya están contándose cientos de cosas, excitadas, riendo, dando gritos. Los chicos van   corriendo entre las mesas, o se agrupan en bandas algo más silenciosas, alrededor de los móviles. Algunos, los de 14 o 15, ya están con las chicas... puedo ver cuál de ellas lidera el grupo, cómo lo hace. Les indico que hemos de entrar en el aula: algunos se muestran irritados en extremo; otros, se muestran totalmente apáticos. La chica que lideraba el grupito se gira hacia mi y me dice, con un tono de voz alto y un pelín insolente: “ ¿es que no ves que estamos hablando de nuestras cosas?”. Hace 25 años, esta respuesta me hubiera molestado s

Tiempo y silencio

Se acerca la Navidad. Lo sé porque mi hija me pregunta qué me gustaría que me regalaran. Y me sorprendo cuando veo que no deseo nada en especial. O, mejor dicho, no necesito "cosas". Lo que valoro y necesito es tiempo. Horas vacías en las que perderme: mirar el techo, quizás salir a dar un paseo, tumbarme a leer una novela, rebuscar entre mis libros de poesía aquellas que más me han acompañado. Y silencio, por favor. El silencio es hermoso, si. Es en el silencio donde podemos tomar conciencia de lo que nos sucede. Silencio y tiempo nos permiten entrar en contacto con nosotros mismos; son la puerta de acceso a nuestra persona, esa que habita bajo la máscara, bajo el disfraz. Para algunos, incluso, entrar en contacto significa percibir que hay una persona atrapada bajo un traje. Y que a veces, ese traje es estrecho; nos hace la vida incómoda, nos atrapa. Necesitamos tiempo y silencio para recordar quienes somos: para observar cómo es la vida que llevamos y si se parece