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Cuando el cuerpo te habla

Cuando no reconocemos nuestras necesidades más profundas, nuestro cuerpo acaba chillando más y más fuerte para atraer nuestra atención. El mensaje que te dé tu cuerpo estará en el lenguaje que mejor rompa tus barreras particulares y hable concretamente de los asuntos que necesitas cambiar en tu vida. La sabiduría de este sistema es muy precisa: atraemos exactamente la enfermedad o el problema que más nos facilita el acceso a nuestra sabiduría interior. La naturaleza trata de despertarnos
Para las mujeres, el cuerpo intentará atraer nuestra atención mediante cuatro tipos de llamadas a despertar que van creciendo en intensidad.
La primera llamada a despertar es el síndrome premenstrual.  Esta es la manera que tiene el cuerpo de darle un codazo cada mes a la mujer, para recordarle el creciente volumen de problemas no resueltos que va acumulando dentro de ella: desde una nutrición desequilibrada hasta problemas de relación. Hacer caso omiso de estos primeros codazos, mes tras mes, dispone el escenario para recibir mensajes cada vez más intensos y urgentes. Por molestos que sean, estos dolores son nuestros aliados: nos suplican que averigüemos y veamos qué es lo que no funciona en nuestra vida.
Pero solemos no hacerlo….
Si los mensajes mensuales quedan sin atender, el cuerpo de la mujer podría enviar una llamada más fuerte al año, en forma de trastorno afectivo estacional: una intensificación de los síntomas premenstruales durante los meses de otoño e invierno. Otra llamada clara que nos envía el cuerpo es la depresión posparto: un aviso de que la madre no está recibiendo el apoyo ni la ayuda que necesita en esos momentos de su vida.
Así pues, una mujer normal, bendecida con alrededor de 480 períodos menstruales y 40 ciclos estacionales que la llevarán al umbral de su menopausia, recibe unos 500 informes de progreso. ¿Cómo van su salud física y su nutrición? ¿Cómo están sus emociones? ¿Qué ocurre en sus relaciones personales y en su trabajo o profesión? ¿Introduce placer en su vida diaria o se pone en último lugar?
Nuestra salud y felicidad dependen más de nuestra percepción de las circunstancias de la vida que de las circunstancias en sí, ya que los pensamientos condicionan la percepción y ambos se convierten en realidades bioquímicas en el cuerpo. Lo que el cuerpo experimenta como algo que produce tensión varía de una persona a otra, puesto que influyen en la percepción sus experiencias pasadas, su infancia, su historia familiar, su dieta, su trabajo, y las actividades que realice en cada momento.  Cada pensamiento y cada percepción influye en el sistema nervioso autónomo, que convierte nuestro modo de ver el mundo en nuestro estado de salud.
Las emociones no resueltas, estancadas, continúan generando la misma bioquímica corporal una y otra vez.  Las emociones, al igual que el agua, sólo están limpias mientras fluyen. Si se quedan estancadas, comienzan a pudrirse.
Es necesario poner conciencia en nuestras creencias, pensamientos y actitudes diarios, ya que estos son quienes tienen el efecto más profundo sobre nuestra salud. Rendirnos a nuestros sentimientos y permitir que nos inunden: aceptar el dolor, la rabia, el miedo, la tristeza; revisar y poner al día nuestra forma de sentir y comportarnos con las personas más cercanas, ya sean los padres, los hijos, la pareja, los amigos o los jefes. Examinar nuestras experiencias o pautas dolorosas del pasado y liberarnos de ellas.

Extraído del libro de la Dra. Christiane Northrup, “Cuerpo de Mujer, Sabiduría de Mujer” y “La sabiduría de la menopausia”



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