Mi hija mayor cumple 20 años. Rebuscando entre mis escritos, tropiezo una y otra vez con la huella de sus pasos: sus primeros garabatos, sus primeras letras, los dibujos dedicados, las notas de adolescente. No he podido evitar la nostalgia, las ganas de abrazar a la niña que fue, de sentarla en mi regazo, de llenarla de besos, de atender sus miedos, de acompañar sus logros. Recuerdo su infancia como una época muy difícil para mí…en primer lugar, por la depresión que me atravesó cuando su padre decidió marcharse de nuestras vidas. En segundo lugar, por la dificultad de salir adelante sola, sin abuelos, tíos, primos o amigos en un pueblo donde no conocía a nadie, con dos niños pequeños a mi cargo. En aquél momento, la vida consistía en hacer malabarismos: buscar canguros para que se ocuparan de mis hijos por las mañanas, dejarles a comer en la escuela , rezar porque no enfermaran. Si había de hacer alguna cosa extra, eso significaba más canguros que se ocuparan de e...