Silvia estaba recién separada cuando la conocí. Tenía entonces 37 años y dos hijos pequeños que reclamaban toda su atención. El padre de los niños era un padre intermitente, con muchas y cada vez más espaciadas ausencias.. La infancia de Silvia estuvo marcada, a su vez, por la ausencia del padre y al mismo tiempo, la ausencia afectiva de la madre. Había mucha soledad en su vida, mucha falta de amor y cuidado. Una carencia tan grande que nada parecía nunca suficiente; nada podía llenar ese agujero infantil. Silvia se esforzaba mucho en ser querida, en obtener amor. Se esmeraba en hacer las cosas perfectas, en darse a sus amigos; se esforzaba tanto que perdía de vista al otro. Y entraba en el resentimiento por la falta de gratitud o de reconocimiento que esperaba. Para Silvia, era difícil amar lo que tenía. Su atención estaba puesta en lo que le faltaba. Y en el esfuerzo constante por obtenerlo. Cuando Silvia llegó a terapia le propuse trabajar con...