Cuando era adolescente, me gustaba mucho un poema de Salinas que dice lo siguiente:          Quítate ya los trajes,     las señas, los retratos;     yo no te quiero así,     disfrazada de otra,     hija siempre de algo.    Te quiero pura, libre,     irreductible: tú .             Entonces, yo no podía comprender el profundo significado de esas palabras. Captaba algo así como su melodía de fondo, un eco.     Ahora, con medio de siglo de vida a mis espaldas, han cobrado un significado diferente. Quitarse los trajes, las máscaras que nos hemos ido poniendo para enfrentar la vida, con más o menos arte, y quedar así, desnudos, frente a otro. Ese es el valor de la transformación, y, a veces, viene acompañada de otro amigo, la plenitud.   Ser, sencillamente, sin tener que preocuparse por cómo ser.  El agua no se preocupa del camino que recorre, fluye libremente. Como el río, a veces el camino de la vida es más angosto, más abrupto, más difícil. Otras, en cambio, recorr...