A menudo, cuando nos presentamos ante los demás, hemos de responder a esta pregunta implícita: ¿quién soy?. Llevo unos días poniendo especial atención a las respuestas que damos, ya que me parece curioso todo aquello con lo que nos identificamos.     Yo soy el nombre que me han puesto.    Yo soy el trabajo que realizo   Yo soy mis relaciones   Yo soy  mi historia familiar     Y, en el caso de gente que se ha formado o tiene nociones del eneagrama,   yo soy este determinado eneatipo.   Como últimamente  estoy más instalada en el desapego,  empiezo a darme cuenta de que en estas respuestas existe una confusión básica, que  es identificar nuestra persona, nuestro “yo” con nuestra actividad.   Me explico: yo no soy Nuria. Ese es el nombre que llevo puesto y que me distingue, en determinados contextos, de otras mujeres. Es el nombre al que he aprendido a responder y el que figura en mis documentos. Pero no SOY  un nombre.   Trabajo como profesora, pero no SOY  prof...